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 CRÍTICA | TEATRO 

Preludio y fuga de ‘El Lute’
 

Luis Callejo y José y Nacho Marraco recrean la figura de Eleuterio Sánchez con llaneza y empatía
JAVIER VALLEJO 28 JUN 2012 - 00:54 CET



Donde menos se espera, salta la liebre. En la pequeña sala El Montacargas, en la margen derecha del río Manzanares, dan una función que bien vale el viaje. Su grave título, Eleuterio, historia de un hombre libre, no da idea de la llaneza con la que José y Nacho Marraco —autor y director de la función— y Luis Callejo —su intérprete— recrean la figura de Eleuterio Sánchez, apodado El Lute muy a pesar suyo.

ELEUTERIO, HISTORIA DE UN HOMBRE LIBRE

Texto: José Marraco. Luz: Javier Botella. Dirección y dramaturgia: Nacho Marraco. Sala El Montacargas. Hasta el 28 de julio.
 

Es el propio Eleuterio, encarnado por Callejo con una empatía visceral, quien, recién salido de la cárcel, nos relata su famélica infancia en una familia merchera analfabeta, su precoz descubrimiento de la felicidad amorosa junto a una gentil cabrerilla de ojos color capote de la Guardia Civil, su injusta condena a prisión por robar dos gallinas con la intención de dar de comer a sus hijos, su lucha para que le permitieran estudiar de noche a la luz de un candil…

El texto de la obra, llano y elocuente, tiene momentos de hondo lirismo y una escena épica a la altura del más atroz de los cuentos de los hermanos Grimm. La certera interpretación de Callejo está impregnada profundamente del pathos de su personaje: es Eleuterio, 30 años más joven, quién habla, duda, respira y rabia bajo la piel de un actor que, como los buenos magos, va siempre por delante del público. No hay modo de anticipársele. Muy expresivas también resultan la presencia onírica de Sandra Gumuzzio y la breve pero contundente intervención de Marraco desde la platea. El violonchelista Sebastián Lorca crea en directo un tejido sonoro sutil sobre el que el texto resalta mejor.

 .La figura de Miguel Hernández a través de su mujer Josefina Manresa

Yo soy la mujer de Miguel Hernández, un trabajo teatral y musical, con otro punto de vista bajo la dirección de Nacho Marraco
El trabajo de Nacho Marraco, en el que la visión del poeta desde el ángulo que puede ofrecer Josefina Manresa, la mujer de Miguel Hernández, hace que podamos tener una muestra distinta de la vida y la muerte de aquel, que viene a confirmar muchas ideas de las que ya conocíamos  y que aportan de nuevo la frescura del escritor en aquellos tiempos y en los de hoy. Retazos de sus inquietudes, pero también de su intimidad con Josefina, anhelos de su vida y realidades y tristezas en las que se vería inmerso.
  Es de agradecer profundamente, en especial por ofrecer un trabajo cuidado, que ahora echa a andar y que espero que llegue a muchos lugares, a muchas cabezas y a muchos corazones.
Un trabajo lejos de las ñoñerías y también de las malintencionadas tergiversaciones que, seguramente, no quiere competir con nada ni con nadie, pero que consigue enriquecer la memoria del poeta desde un ángulo diferente.

 “Es 1981, ‘El Lute’ ha salido de la cárcel indultado y explica cómo la educación y la cultura son lo que realmente le han convertido en un hombre libre, más allá de la existencia o no de barrotes. El espectador se enfrenta a un hombre evidentemente herido, pero que, orgulloso o cabezón, no se ha rendido. Teatro comprometido, del que hace falta en un momento en que el riesgo de exclusión social se incrementa en este país de día en día; en el que en muchos otros países el hambre y el analfabetismo siguen siendo moneda habitual. Si la mayoría tenemos en mente a Imanol Arias como aquel Lute joven de las fugas, Callejo encarna a la perfección ese Lute ya maduro, reflexivo pero siempre combativo, en una actuación brillante que cosechó los aplausos de sus paisanos en este estreno segoviano. “El montaje de Teatro del Barro, una obra que defiende la educación y la cultura como el mejor camino hacia la libertad personal. Esa es la faceta que “Eleuterio, historia de un hombre libre”, protagonizado por el actor segoviano Luis Callejo, pone por encima de las demás. Y creo que es un acierto. “El montaje de Teatro del Barro, una obra que defiende la educación y la cultura como el mejor camino hacia la libertad

personal

 Día importante para el Taller Municipal de Teatro que, dentro del ciclo Viernes Abiertos, ha promovido el estreno nacional en su sede, la iglesia de San Nicolás, de esta obra biográfica sobre un mito popular, Eleuterio Sánchez, a quien la sociedad le ha pagado varios billetes de ida y vuelta del infierno. Momento importante y emocionante, por la hondura del relato y porque el actor segoviano Luis Callejo afrontaba un reto fabuloso: interpretar a un personaje del que se ha hablado, escrito y filmado sobradamente y que, además, está vivo.

Apenas hay adornos escénicos, escasos efectos de sonido e iluminación y una clara intención de hilar la historia con cordón íntimo y desde las entrañas de un hombre que amaba la libertad por encima de la misma vida. El Lute, apodo que no terminó de aceptar con gusto, sale de prisión definitivamente a principios de los 80, y desde ese pórtico echa la vista atrás desnudando su alma ante los espectadores. El hambre que atormentaba su estómago de niño, la miseria, el rechazo social, el empeño del sistema, que luego se acrecentaría, en que cumpliera estrictamente el papel de paria asignado por el destino. En esa infancia se gestó su rebeldía, inflada posteriormente frente a la implacable injusticia de la Justicia, igualmente dedicada a asignar roles predeterminados, incluso a fabricarlos. El Lute, Luis Callejo, está solo en escena, deambula por la estancia sumido en la tarea de rumiar sus desgracias. También enciende alguna antorcha, literal y metafóricamente, a veces con llama de rabia y otras de esperanza.
«Merece la pena contarse entre los que siguen respirando», dice. Fue su propio carcelero, se fugó, se redimió, emprendió la vía del conocimiento. Amó, luchó, se negó a aceptarse como bestia, clamando por su humanidad. El Lute, Luis Callejo, recorre todas esas estaciones y en cada una de ellas se deja algún trocito de existencia. Un rosario de piezas con las que cada espectador reconstruye el puzzle que le resulta más creíble.

Es un actorazo nuestro paisano, y en este papel parece realmente comprometido.

                              "Eleuterio, historia de un hombre libre"

 

 Reseña de teatro


El Lute ya no camina ni revienta, lee

"Eleuterio, historia de un hombre libre" es un bello alegato a la vida.
 

El Lute que ha escrito José Marraco está muy lejos de aquel personaje de película kinki que llegó a inspirar dos películas a Vicente Aranda. Un cine de acción, disparos y persecuciones. En el escenario la acción la pone la palabra que abandona el apodo para dar nombre a “Eleuterio, historia de un hombre libre“.

Un texto que lejos del mito del enemigo público y sus hazañas de prófugo se afinca en el más importante de sus escapes, huir de la ignorancia. El monólogo genialmente interpretado por Luis Callejo es un recorrido por el hombre, desde sus primeros pasos en la miseria hasta su presidio. El actor sostiene el personaje con mano firme jugando con una mezcla de paz en el cuerpo y una profunda amargura en el tono. La paz de quien nunca se entregó a la tiranía y la amargura de las hondas cicatrices que han deformado su vida.
La obra parte del momento mismo en el que el Lute sale de la cárcel luego de 18 años de cautiverio que le sirvieron para alfabetizarse, cursar estudios regulares y hasta licenciarse en derecho. El Dr. Eleuterio Sánchez Rodríguez se ve por fin fuera con una bolsa de deportes sentado en un banco de plaza. La amnistía le ha hecho un hombre libre pero en su cuerpo se mantiene como una olla exprés el rencor de lo ocurrido, los años de privación y la huella de la exclusión social. Una metáfora de la España de transición que a pesar su éxito no llega a estar en paz consigo misma.
Nacho Marraco dirige este monólogo con figuraciones y música en vivo que lleva al espectador a campo abierto y a celda cerrada con sencillos recursos. Conoceremos al personaje desde sus recuerdos de libertad, entraremos a su cautiverio y nos liberaremos con él.
Es de destacar la participación de Sandra Gumizzio cantando en las ensoñaciones del personaje y del violonchelista Sebastián Lorca que llena de contenido y dramatismo las profundas reflexiones de este superhéroe cañí que hace pocos días cumplió tres décadas de libertad en la sala El Montacargas donde se representa este espectáculo sobre su vida.
Un alegato a la vida en voz de quien fue condenado a morir en la oscuridad.

            "Yo soy la mujer de Miguel Hernández"

 "Con los cuentos claros"

 Julio Castro - laRepúblicaCultural.es

La cuestión es sencilla, Nacho Marraco y l@s componentes de la compañía Teatro del Barro, se ponen a la tarea de contarnos una serie de historias que, entre divertidas, entrañables y descabezadas, nos harán pasar un buen rato en un lugar tranquilo y acogedor, como es la sala El Montacargas, donde, además, te puedes estar tomando tu cervecita o refresco (a un precio más que razonable) durante el espectáculo.

En definitiva, es como estar en el salón de casa, con un grupo de amig@s, pero con unas historias inteligentes y divertidas, contadas por actores y amenizadas musicalmente.

El espacio en el que se recrean es el de un programa de radio, en el que Imán (aquella actriz a la que también pudimos ver hace un año haciendo de Josefina Manresa en Yo soy la mujer de Miguel Hernández), hará de semi-seria locutora que conduce un programa de peticiones musicales y “otras hierbas”.

A partir de aquí, Nacho Marraco entrará a narrar algunas historias, más o menos largas, que oscilan entre lo divertido (la de los hijoputas del volante), lo descabellado (cómo perder la cabeza en una noche) y lo más entrañable (los relatos del anciano abuelo). Pero esto no es todo, porque en escena, acompañando al actor y a la actriz, está permanentemente a la guitarra Luis Callejón, que improvisa temas variados intentando que se adecúen a lo que cada uno de los otros va narrando… y si se lo ponen complicado, no importa, porque saldrá por peteneras.

Un espectáculo breve, sencillo, para pasar un rato y para pensar… siempre que no te roben la cabeza, o te la dejes olvidada en la barra.

 
Compañía: Teatro del barro
Autor y director: Nacho Marraco
Intérpretes: Imán Padellano, Nacho Marraco, Luís Callejón

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           "Cuento de Navidad de charles Dickens"

 Cuento de Navidad, o si los banqueros aprendieran de Scrooge… Una cuidada puesta en escena sin edad, de Teatro del Barro

Julio Castro – laRepúblicaCultural. Aparece trajeado el narrador en escena, y nos anuncia un esbozo de lo que será este Cuento de Navidad que, a partir del texto de Dickens ha querido montar la compañía Teatro del Barro, dirigida a todos los públicos, tal vez algo más crecidit@s que para la infancia. Es Nacho Marraco, el director y último responsable de este trabajo, el que nos está introduciendo la primera escena, como aparecerá en varios interludios, para conducir el texto a lo largo de la función.

Aquí veremos los horrores de las diferencias sociales, pero también una forma divertida y entrañable de mirar a nuestro pasado y presente. Digamos que l@s niñ@s están incluidos, pero que los adultos cobran protagonismo en una versión para todos los públicos. Es un cuento diferente, dickensiano, sin duda, clásico en parte, actual en la manera de llegar al público.

Los trabajos de la compañía tienen siempre un toque y un sabor a clásico, dentro de lo contemporáneo de su acción, y siempre gozan de lo cuidado en cada uno de los aspectos, desde el ambiente y el entorno, al detalle minimalista: en todo. Ya sea en la elección de cada intérprete para los respectivos personajes, en el diseño escénico, en la composición del vestuario, en el texto y la manera de decirlo, en las acciones,…

Y parece que esta obra estuviera hecha para que la compañía la lleve a escena, porque hasta los detalles del sucinto humor británico están en consonancia con su manera de hacer. Eso por no hablar del personaje protagonista, porque han conseguido el perfecto Mr. Scrooge, como si fuera algo casual.

Diseño escénico, simbolismo e investigación

Una enorme esfera de reloj de cuerda tipo carillón, preside el fondo central del escenario. Parece estar controlando la vida y el pasar del tiempo que le queda al protagonista, o cómo pueden cambiar sus vidas a lo largo de un período indeterminado. Indeterminado, porque no tiene agujas: es un reloj atemporal. Sin embargo, esas agujas sí que están en el escenario, y es que parece que el director ha transferido el control de ese tiempo a las manos del protagonista, precisamente, quien no dispone apenas de él. Así que nos lo sienta a matar los ratos perdidos en una mecedora con dos agujas en la mano: dos agujas de hacer punto, que es su entretenimiento.

Entiendo que aquí hay una buena labor de investigación, que se traduce en la simbología de la obra y la referencia a la época. Y es que en aquella época Victoriana, de primera mitad del siglo XIX, en que la revolución industrial no se había llevado por delante los asuntos domésticos propios, y cada cual debía tejer sus propios elementos de abrigo en casa. Scrooge es avariento con obcecación, así que no cabría pensar que pasa el rato haciendo punto (el tiempo es oro, y es para los negocios), pero sí que se ahorra unos peniques al confeccionar su ropa de abrigo. Y en este tiempo que aprovecha, también se va su miserable vida, así que, esas dos agujas de punto están supliendo las otras, las del reloj que no señala ni avance ni retroceso.

En esta versión no se ha querido recurrir a los efectos especiales más allá de los que la imaginación y los recursos escénicos puedan permitirles, de proyecciones, ni videos, ni otros elementos que complementen lo que su actuación no es capaz de llevar a cabo con el texto, con la voz, con la iluminación o con el atrezo. Tan sólo se permitirán un lujo, uno que es habitual en la compañía desde hace años, y que ya pudimos ver en Yo soy la mujer de Miguel Hernández, o en Eleuterio, historia de un hombre libre, y hablo de la música en directo. En la primera de ellas fue la guitarra de Luis Callejón, en la segunda el chelo de Sebastián Lorca, ahora se trata del piano de Carlos Pérez Mántaras. Cada trabajo ha tenido su estilo de intimidad a través de la música, como lo tiene por medio de la acción escénica teatral, y aquí se demuestra que nada es casual, sino escogido, y el resultado debemos agradecérselo también, en buena medida, a Mar Solis, por sus diseños de vestuario y por la escenografía.

La visión social

En escena se juega con pocos elementos, pero todos ellos ambientados en su época, o haciendo referencia clara a una época, en que la riqueza y la miseria eran el contraste social que se distinguía entre quienes mostraban sus posibilidades y quienes sufrían la exclusión. Una afirmación como la del empleado de Scrooge ante el sobrino de aquel, muestra un pasado que parece regresar a nuestros días: “señor, la dignidad es un lujo que los pobres no nos podemos permitir”. Hoy parece que las cosas no han cambiado a mejor.

En el mismo sentido, cada cual saque sus conclusiones, pero hablando de justicia, cualquier propuesta puede valer, independientemente de la venta de las navidades que se hace, mientras el resto del año todo vale… y tiene razón Scrooge, solo que en el sentido opuesto de sus ideas.

Y es que este cuento, que se ha transformado en una historia restrictiva de ciertas fechas “idiotizantes”, que deforman el sentido de la idea de su argumento, pero parece que tal y como vienen las cosas, más de uno revisará sus costumbres. Y pasaremos lista a los banqueros, que son mucho peores que Scrooge, que no tienen más solución que echarles del su poltrona y quitarles lo robado, porque esas son las navidades y el año nuevo que parece avecinarse. (Bueno, a lo mejor es que yo me siento más Scrooge que fantasma…)

El elenco

En fin, que rompiendo con el clásico edulcorante, Teatro del Barro nos muestra un Cuento de Navidad más desnudo en sus ambigüedades, y más vestido en su puesta en escena, sin necesidad de convertir en brillos y esplendores aquello que no es, pero manteniendo el clasicismo de su autor. Aquí todo el elenco hace gala de su experiencia, ya sea el protagonista, Javier Botella, al que conocía en su faceta de técnico de sala, pero no en la de actor, pero que demuestra sus capacidades interpretativas, o los distintos fantasmas, ya sea Rocío Mostaza que, a la vez que el Fantasma del Presente está haciendo el papel de la mujer de Bob Cratchit, y de su hijo, con una gran facilidad y con su faceta de transformar la voz que ya conocía de otros proyectos artísticos de esta actriz. El propio Bob, empleado de Scrooge, y que interpreta Luis Callejo, con la sencillez del personaje y la humildad de sufridor, al que luego da la vuelta, para ser su completo opuesto en el papel de Fantasma del Pasado, con la suficiencia que le hace sentirse por encima de cualquiera al saber todo lo ya ocurrido anteriormente. O el personaje de Fred, sobrino de Scrooge, que encarna Oskar Redondo, más breve en su papel, para luego aparecer difuminado entre gasas, haciendo la mímica del mudo Fantasma del Futuro.

A los anteriores, en esta ocasión, se une el propio director, Nacho Marraco, que hace la ligazón del relato con su fácil sentido de la narración, como buen cuentacuentos que ya ha demostrado en alguna ocasión que es. Salvo Oskar Redondo, o el pianista, Carlos Pérez Mantarás, tod@s l@s anteriores son ya conocidos de otros montajes de la compañía, y siempre han estado más que a la altura de su cometido. Aquí Teatro del Barro tiene el doble esfuerzo de saber llegar a todos los públicos, y estoy seguro de que lo logran ampliamente.

    TEATRO DEL BARRO

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